De juegos ideales
De niño inventé, padre,
un reino que ampliaba tu medida.
En él eras terriblemente alto,
bueno, paciente y entregado
hacia nosotros, los ausentes familiares.
Tenías en mi reino
rostro de poeta
y manos de humanista
consagrado.
Ahora bien, asumamos,
padre mío, amantísimo padre,
que tiempo ha te fuiste.
Aquel niño toma a diario
una medicación que contrarresta
solo con tres o cuatro cafés diarios.
Y de ese reino solo queda
el recuerdo de un hombre
que prefería gritarle a su hijo que saliera,
en lugar de llevarle a jugar acompañado.