26 nov 2011

Polaridad




Para salvar mi corazón de la vulgar tibieza y de cualquier apreciación mediocre, ardí entre los extremos del que reconoce el absurdo de un todo inabarcable. Consumida ya la inercia de vibrante intensidad, el sensato juez se abrió paso hacia mi causa, apaciguando la sobremesa del demencial banquete. Aún creo percibir sus pensamientos. Es a mí parecer, que dice: “agotaste tu locura por otros tantos años... Ahora quédate en el medio, y disfruta los placeres comunes. Un tiempo entre los gentiles y otro ante histéricas bestias, te ayudarán a suponer la oración con la que conmover a tus dioses.”