en penitencia...
Enmudeció la lámpara del ánimo febril,
dejando tan sólo la compañía azul
de múltiples silencios encontrados.
Tomó la primavera la fuerza de tu abrazo
y el oro contemplado en tu cabeza
cayó del sol: perfecta luz sobre mi hombro,
temblor callado.
Si fueras tú de amor
como el aire que hollamos,
tal vez me hubieras dado, para las horas,
el desasosiego natural que precede a la dicha.
Pero la duda equilibraba el corazón,
evitando que la luz consumara su agonía.
El amor, la acción que ciega a los amantes,
poco sabe acerca de simples verdades:
para ellos es posible todo lo anhelado.
Para ellos no hay mentira que no sea verdad;
pero la verdad, ángel que sólo sirve a la razón,
no puede revelar su fuerza
sin provocar el daño.