1 jul 2011

Última consecuencia (reescripción)

en penitencia...

Enmudeció la lámpara del ánimo febril,
dejando tan sólo la compañía azul
de múltiples silencios encontrados.
Tomó la primavera la fuerza de tu abrazo
y el oro contemplado en tu cabeza

cayó del sol: perfecta luz sobre mi hombro,

temblor callado.

Si fueras tú de amor

como el aire que hollamos,
tal vez me hubieras dado, para las horas,
el desasosiego natural que precede a la dicha.

Pero la duda equilibraba el corazón,
evitando que la luz consumara su agonía.


El amor, la acción que ciega a los amantes,
poco sabe acerca de simples verdades:
para ellos es posible todo lo anhelado.

Para ellos no hay mentira que no sea verdad;
pero la verdad, ángel que sólo sirve a la razón,
no puede revelar su fuerza

sin provocar el daño.