12 jun 2011

Solución

No hay remedio para la mezquindad humana, y esa es la trampa. Creernos inocentes en mitad de un combate donde siempre se devuelve justamente el daño recibido. Sostener la idea de que aún conservamos la pureza del niño de cara a los que nos rodean, es otra forma segura de enloquecer lentamente.

Así, no pongas freno, entrégate a tus pasiones, y deja que la sangre corra sin contención de un lugar a otro. Recuerda solo que, si bien el dejar de juzgar, conlleva el alcanzar un perverso grado de liberación, esa entrega no te salvará de la mezquindad de otros.


Solo al ver reflejada tu sombra en la sombra de los que amas, hallarás una sutil absolución o una especie consuelo. Un poco de piedad a cambio de tu juicio de inquieto niño inadaptado.