Témele a tus semejantes.
Confunde a todos y divide
su noble corazón con la justicia
que aún imparte el patriarca.
Enarbola banderas,
imagina una patria señalada
donde albergar tu odio.
Si un niño dice amar,
corrige su dolor con una mueca
que atrofie sutilmente
el sentido de lo dicho.
Lo que sea
con tal de que hombres y mujeres,
putas, madres y poetas
transiten siempre a solas
la senda intransitable del invierno.
Que no se reconozcan,
que nunca corroboren la sospecha
de haber sido corregidos por tu mano,
haciendo de su íntimo rechazo
la pulsión que los aleje
del deber de señalar siempre al tirano.