Todo lo quisieron sus ojos.
La noche, el mar,
la alta espuma y el cielo raso.
Por cada madrugada esperando,
una furiosa mañana
de juicios sin llanto.
Nuestra verdad ahora oscila
entre el puñal y el abrazo.
¿Quién dijo que la pasión
era solo otro cuerpo
bien cincelado?