Me niegas el lenguaje del silencio.
Más tarde entiendo que este juego
resulta el forcejeo alegre
de ese niño que intentaba conmoverte.
Juguemos siempre. Nada temas.
Que al sabernos meros inocentes,
lograremos suponer de nuevo
la verdad no medida por la lógica.
Nada temas de los años, ni del dueño
que no alcanza a poseer tu nombre:
eco interminable del cantar primero,
serán siempre los actos presurosos
que hoy defienden la blancura de este juego.
Niégame, si es de amor el veto,
el lenguaje inaprensible del silencio.
Mientras arda otro poema entre nosotros,
juguemos.