24 nov 2010

Práctica

No tienes por qué juzgar ahora
― precisamente ahora,
que os habíais reunido
en mitad de la mañana
a compartir la vida ―
demasiado íntimo el bagaje
que representas tan intensamente.

Ignora el desacuerdo con tu instinto
al sondear la importancia de su rostro,
aparta cualquier luz de irrealidad
si te sirvieran café muy lentamente.
También al sonreír o al conservar
la entereza frente a esa camarera
que parece simpatizar con tu insistencia.

Se adulto, colabora.
Procura solo que comprenda cuánto eres.
Y, sobre todo, nada digas
cuando ella dude al percatarse
de que han pasado horas, lunas, décadas.

Déjala volver a casa un tanto distraída.
Nada esperes a cambio de tu afecto.

Procura solo que su esquiva compañía
te reporte el regalo de obrar a su manera.