9 nov 2010

A destiempo


Por supuesto, le dije que no. Y fui tanto o más fuerte que el deseo. Resistí la humillación, la soledad, la culpa. Fui tanto o más fuerte. Sus gestos dibujaban el perfil más delicado, su olor llegó a enfermarme. La cadencia de aquella voz suya, se enredaba a mis oídos hasta precipitarme contra mares de Ginebra. Después se marchitó. No sé bien... La vida, supongo que la vida. A ella también la maltrató. Solo entonces vino a mí, aun después de haberme rechazado. Solo entonces, después de que el deseo deviniese en nada, se ofreció a luchar por mí. ¿Y para qué, respondió el orgullo herido, necesitaría ahora de tu común compañía?