11 oct 2010

No sense

Tranquilo se queda uno cuando el fracaso es ya una realidad. No hay que seguir sonriendo ansiosamente, ni aparentar que uno merece lo mejor para que no haya envidias. Solo mirar al suelo sin dejar de pensar: me quedo exactamente como estaba.

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No creo que haya mucha diferencia entre esperar toda la vida por la felicidad y haber abandonado ya toda esperanza. En ambos casos, la privación puede hacernos comprender una valiosa lección: que no merece la pena sufrir por lo imposible. Lo cual viene a ser lo más cerca que puede estar el ser humano de la felicidad. Pues quien sufre por aquello que de por sí puede llegar a obtener, solo tiene que obrar como la naturaleza le ha dado a entender. Esto es, salvando todo óbice para sobrevivir. Quien aprende a sobrevivir de un modo realista, también tiene a su alcance la esencia agridulce de la felicidad.