Pero la existencia del amor,
la difícil luz que le nace a dos almas
por partir a diario hacia su conclusión íntima,
no brilla por si sola.
Primero han de encontrarse dos cuerpos.
Estos, no pueden desnudarse más allá
del tacto que toman de su carne:
es lo más difícil.
Porque los cuerpos cantan,
motivan caricias,
se elevan si la noche es clara;
pero no saben existir por sí mismos,
apenas saben amar la soledad.
Por ello tratan siempre de alejarse,
de ocultarse en las duras tareas
que precisa la muerte.
O de mostrar la prueba más certera
de que es real lo que sienten:
su alma.
Dos cuerpos, por sí solos,
no comprenden que el alma
es la tibia desnudez
a la que no puede llegar el cuerpo.
(Sorprendido en absoluto vacío de amor,
cualquier cántaro abierto
puede albergar el lugar del océano.)