16 jul 2010

Sobre una reflexión de M. Zambrano

No se reconcilió con la verdad.

Sus ojos despuntaban a la luna,
y un azar solemne y caprichoso
mediaba con la voz del sufrimiento.

(¿Y no conlleva el aceptar,
saber también que en ocasiones
un pájaro nos lleva ya prendidos,
igual que el fruto o la semilla,
al mismo vuelo paradójico
de huída y de regreso hacia uno mismo?)

Es todo más sencillo, se dijo…
Aceptar consiste en desvirtuar el dolor,
asignándole un nombre más común a nuestra vida.

¿Pero quién puede conformarse con eso?