La suerte de volver hacia los bosques,
el destino asimilado tras la tarde,
el mar, azul cantar que siempre espera;
las noches dedicadas a la noche,
incluso lo casual, la fuerza inevitable
contiene la respiración pausada que preciso.
He aprendido. Cada signo es su palabra.
La rabia y el temor, los actos en urgencia,
el notable ardid de la mañana… Era ella.
Llegaba tranquila y resoluta,
después de condenarme a despreciarla.
He llegado a renegar del tránsito,
de la locura que es vivir atravesando
la torpe multitud que se demora en la mentira.
Soledad, canción, sentido: te acepto entre mis días,
sabiendo que es tu nombre el de la nada
que acoge nuestros gestos sin juzgarnos.