9 abr 2010

Temple

Derrochada la furia
por la ocasión contraria
de encarar los espejos,
no hay amor ni desprecio
en la luz que doblego conmigo.
Nada más que la piedra
o el árbol destinado
a ignorar su existencia.
No albergo nada
desde mí hacia mí mismo,
sola la natural inconsciencia
del pájaro, del fuego, del mar
que devora un poco de tierra.

Estoy cansado de amar mis pretextos
mientras los ríos sempiternos
pasan y olvidan, aprendiendo
a ser tiempo en el tiempo.

Intento ignorar que soy todo.
Y ser todo al cantar
todo lo que desconozco.