9 abr 2010

Retrato de la desnudez

He venido a darme cuenta ahora de que llevo años desnudo. Así, cualquiera podría reírse cruelmente de mis defectos. Ahora, justamente ahora, después de haber soportado todas las críticas como si fueran mentira, me doy cuenta de que el disfraz que había empleado para vestirme, no era más que el harapo invisible de la vanidad.

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En este resquicio de mi identidad están cifradas todas mis experiencias, mis viajes, mis alucinaciones. ¿Seguro que no ves nada más que una sonrisa enigmática? Mira bien, pues tú eres parte del instante que estamos consumando, y en esa mueca perpleja que me ofreces, también tú estás vagando: toda tu esperanza y tu delirio se amoldan a mi rostro. Y yo me adapto igualmente a ti para que la realidad sea posible. ¿Seguro que nuestras vidas no confluyen desde siempre en este segundo inabarcable? Inabarcable como todos los segundos. La vida se nos muestra siempre bajo la infinita cifra de un silencio cuyo significado de sobra comprendemos, mas no podemos pronunciar por temor a reconocernos tal cual somos.


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Quiero creer, y no hay mayor fe que esa.


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Mi sombra es parte de la sombra del mundo. Si ambos, yo y mi sombra, desapareciésemos para siempre en lo oscuro, en algún lugar seguiría brillando la misma luz a espaldas del cosmos.


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No hay preludio. Todo está terminando de suceder ahora. Todo está empezando de nuevo ante tus viejos ojos de niño. Si prestas atención, podrás ver otra vez los mismos pájaros que cantaron el día de tu nacimiento. Los mismos que cantarán cuando nos hayamos ido de este mundo.


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Soy el judío que viaja en el tren de la desesperación, rumbo a los campos donde la muerte se presenta como el consuelo de los más fuertes. Soy el joven palestino que se realizará cargado de explosivos. Soy todos los hombres que no saben dónde van, que lloran desesperadamente sin que nadie quiera escuchar su llanto ensordecedor.