2 abr 2010

Ética


No el hombre que asciende a su gloria aparente cuando se sabe sometido por sus propias mentiras. Tampoco aquel que, sin ser como los demás, se siente inferior a los mismos que tejen y destejen renuncias ante una negra plenitud que no pueden poseer. Ni siquiera el que se juzga idéntico a todos sus semejantes porque piensa que su amor es capaz de reconstruir el mundo.

Solo quiero ser como ese otro que observa a los demás de frente y no sabe cuál es la distancia que separa tanta luz y su luz, el viento y los árboles; los mil rostros esquivos de la multitud y la realidad de su rostro único, invisible aún para sí mismo.