4 abr 2010

El juego



Interpretó su propio desconcierto como una despedida. Mas cuando se hubo ido, no supo regresar al hogar que tanto había imaginado. Se había despedido prematuramente de sí mismo. Aunque en su recuerdo brillaba la posibilidad de haber estado por encima de las circunstancias del adiós, lo único que le quedaba claro era que había optado por el camino más corto hacia la nada.

Durante el esperpéntico rato que pasó con su amigo, se sintió dominado por el ansia de aparentar una exagerada afectación y un conocimiento de la vida que acaso no le correspondieran. Y ahora no podía volver. La batalla se había zanjado con un suicidio accidental. Por eso, porque no estaba dispuesto a retroceder ante la verdad, debía ser consecuente con su papel. Era la única forma de no comportarse nunca más como el necio pueril que siempre había sido.

Al doblar aquella esquina, y sin entender muy bien cómo ni por qué, su único amigo apareció ante él, otra vez  impulsándose desde las sombras. El experto fingidor sonrió con una mueca de satisfacción que no resultaría ni remotamente humana.


Imagen: Remedios Varo