11 abr 2010

El genio desaprovechado



No creo que ser alguien racional tenga remedio. La razón obra en la psique de algunos constantemente, incluso cuando esas personas no están haciendo esfuerzo alguno por desentrañar ningún enigma. Hasta la prodigiosa intuición mística, esa por la que somos capaces de saber algo sin saber cómo lo sabemos, podría ser un proceso racional inconsciente por el que procesáramos mucha más información de la que abarcamos al esforzarnos en obtener una respuesta por las vías “convencionales” de pensamiento. Lo cierto es que hay un baremo que alude a cuánto puede presumir la inteligencia del individuo corriente. Este, no sé si es necesario aclararlo, está muy presente en nuestra sociedad de un modo que yo consideraría negativo. Los que nacen con cierto potencial intelectual —y acaso todos nazcamos con grandes capacidades—, deben ser estimulados y hasta entendidos del modo adecuado. Personalmente me parece evidente que ser inteligente en un entorno en el que todo tendiera a la más estricta normalidad, podría ser contraproducente a nivel social para el niño o el adolescente que pueden ir un poco más allá que el resto.

No resulta complicado imaginar lo que pasa cuando un potencial queda adormecido. Pero, ya lo he dicho, no creo que el ser alguien racional tenga remedio. Otra cosa es que los que tienen que pasar por dicho problema, no se decidan a cultivarse en un determinado sesgo cultural. Bien por miedo o por esa desconfianza aprendida hacia su propio potencial, habrá quien mantenga su inteligencia enfocada hacia conflictos puramente vitales. Pero también creo, arriesgándome ya a formular una hipótesis difícil de corroborar, que este tipo de individuos serían aquellos que pudieran observar el mundo de un modo más certero, y digo certero hablando de comprensión directa de la realidad y sabiendo que ese mismo término se ha relativizado, precisamente por aquellos que sabemos más inteligentes, hasta la saciedad en el entorno tan moderno que hemos diseñado.

Sí, ser inteligente suele ser un tormento también a nivel personal. No son pocos los genios que viven con la constante desazón de sentir próxima una realidad más terrible de lo que la mayoría se atreve a reconocer ante sí mismo o ante el resto de los mortales. No sería de extrañar, pues, que hubiera más de un Borges intentando hacer una vida de lo más normalita, fingiendo, si es que eso es posible, que no comprende nada más allá de lo que todos asienten con convicción dudosa. Pero, debo repetirlo, ser inteligente no tiene remedio. Así, si como dicen algunos, a mayor capacidad de adaptarse al medio, mayor es la inteligencia del individuo, no sería de extrañar que hubiera más de un genio tratando de pasar desapercibido en un entorno reacio a considerarse digno de todo brillo intelectual.