26 mar 2010

Volviendo a casa



Para que la muerte no me sorprenda perdido en mitad de este viaje nocturno, replanteo este suicidio inmisericorde desde la experiencia de saberme impelido hacia otra muerte más consciente que la vida. No temo a la nostalgia, ni a los ángeles voraces que erizan mi silencio desde su silencio insostenible.

Amor de las tardes benévolas: la vida es el tesoro que enterré mil veces entre tus rojas manos de sándalo.

Elijo la duda y sus versos impares, elijo el alcohol terrible de mi grito a deshoras para que la muerte no nos sorprenda desnudos, amor que apartas del camino a mis últimos rivales de ternura y de sangre.