28 mar 2010

Conjetura sobre la luz

Feliz el ciego que en su nacimiento
ignora ya por siempre qué es la sombra,
que no puede imaginarse que la muerte
sea noche cerrada en nosotros,
noche para él inconcebible.
Bienaventurado el ciego eterno,
porque no sabrá que el sol o las mujeres
han de alejarse de nosotros
mientras su luz se vuelve insensible y silenciosa.
Feliz en su ignorancia
porque no teme añorar nunca
la hermosa imagen que es la vida,
esa que otra cerrazón suplantará algún día,
sin que él alcance a suponer
los profundos matices
que da la oscuridad a quien la habita.