22 feb 2010

Oxímoron

No el rostro incipiente del origen.
Solo la tentación de traicionarme
para poder ser feliz al borde de mí mismo,
para ser cualquier otro
que comparezca libremente
ante la total conjunción de sus fuerzas.
Cautivo de mí, soy contrario a lo que entrego:
me vacío de tanto como pienso.
¿Pues qué soy, quién y cómo,
sino la explicación opuesta
a todo cuanto intento ser sin nadie?
La pérdida de todo entendimiento
encierra la filosofía del regreso:
buscadme en las estancias donde el sol
no se consuma ante una vana incertidumbre.
Soy también la expresión de aquello
que surge por distinguir el todo figurado
de ese otro todo absurdo, ya escogido,
que es la nada fría que guardamos en las manos.