Comparece la bestia ante el espejo.
Limpia sus fauces, llora,
se asombra de ser; de llorar sola
la bestia se asombra. Así piensa
que sentir es una debilidad
tan insoportable, que resulta hermosa.
Comparece la bestia ante el espejo.
Se resiste a morir: recuerda.
En su interior arde una espiral de ruidos,
de imágenes dudosas,
de rostros que envejecerán
por la fugaz inercia de la vida.
Comparece la bestia…
Sonríe, no se avergüenza de creerse
superior a todos los que sufren solos
las consecuencias del dolor que ignoran.
Comparece después de suponer
que su culpa es otra circunstancia de la sombra.