3 feb 2010

Auto-encargo

La amistad se vuelve siempre el páramo
que años de extrañeza o de
preguntas que no llegan a respuestas,
convierten en metáfora o en costumbre:
en altura de espejismos o en
sonrisa que maneja otra sonrisa.

Si no han de pertenecerme los jardines
que los demás fertilizan con secretos nimios,
quisiera al menos saber quien
soy cuando algún amigo me pregunta
por la soledad de todos mis desiertos.

¿Quién soy cuando me abstraigo
más allá de la ocasión de la alegría?

Lo aparente es triste cuando la tristeza
está en nosotros doblando sus enigmas.

¿Quién soy cuando he cedido
ante el influjo de años de extrañeza?

Los amigos que encontraron la respuesta
sé que nunca lo dirían: soy el mismo,
aunque a veces pierda lo que soy ante la luna.