Hay quien sabe que el viajero
a menudo solicita
la mundana compañía
de los simples lugareños.
Y en el intervalo obsceno
de una verdad forzosa,
ambos reconocen
el auténtico delirio
acallado por la duda
Permanece el viajero
en la patria de los ciegos,
también él torpe y ciego
al regresar del silencio
que protege a los extraños.
El desastre es la palabra
que ya nadie reconoce
y una mano que recuerda
el lenguaje de lo inútil.