7 dic 2009

De ventanas a la soledad

Vuelvo a publicar, esta vez creo que mejor escrito, un poema que escribí el 14 de julio de este año que se nos va. Espero que alguien lo encuentre de su agrado.



Abro una ventana. Aún huele el mundo a soledad.
Me permito el deseo de ser justo en el dolor,
pese a la misma posibilidad de no sufrir por nada.
La ciudad que veo desde aquí
es hermosa y gris, casi como la tristeza
filtrándose bajo la colorida vanidad
que nos ponemos a diario. Escucho.
El silencio del paisaje no está en paz.
La noche emite una tensa vibración,
sutil hasta que el ojo descifre la penumbra
que invade la razón como un presagio.

Esta soledad consiste en mentirle al niño,
resentido siempre tras el llanto,
que creo llevar dentro todavía,
cuando me doblega la impotencia
de saberme perdido en lo distinto.

Abro una ventana, me asomo al frío espejo
que es la propia realidad desnuda.
En mi interior, acaso ardiendo tras el febril paisaje,
está también la incomprensible soledad
que nadie ha sabido dominar sin transformarme.