19 nov 2009

Umbral

Para que nadie sepa nunca
más que yo de la vida,
he arrastrado hacia mí
todas las heridas del poema.

Para que nadie sepa más que yo de mi vida,
contengo en mi corazón
el suntuoso secreto de los astros salvajes,
certidumbre de las altas nubes plañideras.

Decidme, pájaros:
¿aún podéis comprender por mí
tanto silencio aletargado entre los días?

He llevado mis furiosas esperanzas
hasta el límite cóncavo del agua.
Y todo se ha difuminado en el camino,
dejando expuesto ante el fluido
el íntimo contorno del abismo.

Estoy listo para percibir
la señal acérrima del alba.
He aprendido en esta hora
a contener dentro de mí
lo próximo inevitable.

Ya podéis negar todo mi llanto
o incendiar mi triste mundo
con la llama fervorosa de parajes fugitivos.