8 nov 2009

... literatura, amor, locura, muerte

Hasta donde alcanzan mis rudimentarios conocimientos de psicología, la psicosis, enfermedad que suele embelesar al soñador empedernido, suele tener un punto de partida más que definido. El enfermo, en cualquier caso, termina siempre por vislumbrar un instante que a mí sólo se me ocurre definir como de “realidad absoluta”. Un instante que desmiente todo cuanto haya aprendido a lo largo de su vida, para dotarlo de unos principios de actuación totalmente nuevos y, por qué no, cambiantes al punto de favorecer en todo momento la plena libertad del que parece sufrir una herida profundísima en su amor propio.

De todo esto, me interesa especialmente la convicción definitiva del que padece este desequilibrio. Pocas cosas en esta vida tienen un poder tal sobre nosotros, que al final podamos deducir que después de tal o cual suceso somos ya otra persona, alguien a quien las circunstancias han convertido de por vida en un extraño para sí mismo.

A mí, personalmente, sólo se me ocurren dos hechos en la existencia de cualquiera que no sufra de psicosis, que tengan tanto poder sobre su psique. Uno es el amor. El otro, como ya se habrán imaginado, es la cercanía definitiva de la muerte.

Ambos espectros son invocados una y otra vez por la literatura, creo yo que con la intención de hacer reparar al lector sobre la verdadera dimensión de lo irremediable, cualidad del ser que, por citar un ejemplo, lo es todo un día, y al día siguiente, o bien ya es nada, o acaso ya haya dejado de habitar el plano tangible de la realidad corriente.