10 nov 2009

La edad del alma

Hoy tengo la edad silenciosa de todos los objetos.

Será porque me niego desde ahora
a tener un alma apenas perdurable,
será que no quiero renacer de nuevo
al tiempo de la angustia y el reloj incendiado.

Pues ya mi cuerpo es la osadía y es el hambre.

Y he escuchado entre gentes improbables
la palabra irreductible del filósofo.
Mas no creo que haya esencia verdadera,
ni trasmundo de caminos melancólicos
más allá de las horas más oscuras de la tarde.

Hoy tengo la edad que ostentan los espejos,
la experiencia del libro en los estantes…
Hoy mis manos son la piedra insensible
que de niño lancé hacia las sombras del mundo.

Y mis ojos, mis dedos, todas mis extremidades,
mi espalda, los pulmones, la lujuria o la sangre,
son también parte de un silencio furioso
que hoy escribo con letra casi inerte.
Y también hoy sin asombrarme.