24 nov 2009

En préstamo

No deseo más que el mismo ritual
abierto a la belleza, constancia del poema
que aniquila la noche con su cuerpo.
No, la última palabra no puede perdurar:
los blancos metales del delirio
han de tañer en el destierro
al evocar solitarios ecos que son música.
El poema no puede perdurar
mientras la incierta fábula del verbo
consista, todavía, en retomar la luz
que copara este futuro
de ángeles distantes y tácitas preguntas.

Mejor así: aún quiero pensar que es preferible
que el poema se pierda siempre en la tiniebla.
Que la belleza de todo lo esperado
igual de fugitiva sea que la vida.

Solo entre tantas sombras únicas y efímeras
ha de tener sentido un tiempo
ofrecido cada día en préstamo no dado.