2 nov 2009

El río inexorable

I

Voy de la soledad a la muerte, de la muerte a tus brazos… Y de tus brazos regreso siempre a la soledad. Mas no me es posible comprender nada que no sea más que evidente. Nada sé, salvo aquello que un observador extraño también podría deducir mañana de la expresión de tus ojos.

II

Me pregunto de cualquiera si habrá perdido la capacidad del llanto. Supongo que lo más lógico es pensar que sí, pues rara vez se ve a alguien desahogándose de ese modo por las calles.

III

Ya sé que mi tiempo aquí es limitado. Acaso por eso el desperdiciarlo me parezca un acto tan heroico como el de malgastar la paciencia en una infinita empresa imposible de llevar a cabo.

IV

Para suicidarse hace falta un valiente que le tema demasiado a la vida y un cobarde capaz de enfrentarse un día en soledad a la propia muerte.