16 oct 2009

Tres renuncias a la soledad







I

¿Cómo puedo reconocerme en ti, si cargas la piedra del dolor por el que nadie se arriesga a llorar las últimas flores de la desolación? Mas contra todos los vientos que arrastran mi brutal soledad, te ofrezco mi palabra. Reconocerse en ella, amor, no es difícil. Sigue hablando para que las infinitas formas que he aprendido de nombrar el mundo, te nombren sólo a ti cuando reniegue del silencio que me quitas.


II

Hasta que todos nuestros pensamientos, nuestras miradas y también nuestras voces, tan cambiantes, no sean reconocibles a lo lejos, no estaremos solos, amor: tú y yo en las inmediaciones del crepúsculo más lejano, más allá de las tardes empapadas de azul de la discordia primera.


III

Llévate cuánto quieras de mí. Si un día me llenan tus gestos y alcanzo la verdadera altura de lo que sientes, habré vencido ante mí mismo. Estarás en mí. Y del que fui sólo ha de quedar una comprensiva sonrisa.