21 oct 2009

Lenta costumbre del asombro

¿Qué nos quedará mañana, al leer de nuevo
el poema fugitivo que los años desgastan?
¿Qué queda todavía de ese asombro cotidiano
por el fuego, por la lluvia, por la dispar memoria
de un mundo que no será sino el recuerdo
de la incial presencia de aquella luz liviana?

Pues mi mirada del primer entonces
no pudo retener de su inocencia
más que una imagen caprichosa:
no la duda, tampoco la certeza errada
de creer que siempre hay una forma
de ver la realidad por vez primera.

Hoy creo que la muerte es la costumbre
que ciega lentamente las cosas más hermosas.
¿No consiste todo en un proceso necesario
que confunde la noche con las horas,
el cielo con otra vaga noción de lo infinito?

Insiste. Acaso cuando ya nada nos asombre,
la muerte nos parezca otro secreto
igual de tolerable que la vida contemplada.