28 oct 2009

Equivocadamente cierto

I

Sólo hay una forma de saber cuándo estamos preparados para transitar el camino que anhelamos. Todo consiste en correr alguna vez el riesgo, en intentarlo. Aunque siempre quepa la posibilidad de perder parte de nuestro amor propio en un acto enloquecido, tarde o temprano tiene que llegar el momento en que nos convirtamos en audaces jugadores que no teman por sí mismos, ni por la fortuna de ser derrotados en el momento preciso.

Lo más probable es que sea preferible caer mil veces como si fuera siempre el primer intento, antes que transitar sin estar preparados el camino que anhelamos.


II


Para ver lo que llevo dentro tendrías que soñar mucho y creer sin mesura en la palabra. Quizás entonces pensarías, no sin cierta posibilidad de error, que la realidad interior de cada cual es más que evidente.



III


Ya no tengo necesidad de que nadie me alabe. Supongo que para equivocar lo que soy me basto yo solo.


IV


Nuestros errores no han de ser sólo comprensibles, sino también necesarios. En mi opinión, si nunca nos hubiéramos equivocado hasta ser conscientes del fallo en cuestión, viviríamos engañados por nuestra propia inocencia.


V

Un error no es siempre un error. En ocasiones, cuando un músico improvisa al límite de sus conocimientos, sólo puede pulsar la nota precisa equivocándose.