3 sept 2009

Asunción del fuego

No hay salvación en la poesía,
tampoco en los bosques melancólicos,
ni en el secreto espectáculo del amor,
que quisiéramos presenciar por siempre.
Ni para el inocente adolescente borracho,
que así trata de disfrazar sus heridas,
ni para el corazón que aprende sus fábulas
hablando cada noche con la muerte.

Y la condena está en todos nosotros,
dibujada con sangre en nuestros sueños,
la condena son los ojos del silencio
cuando ven la verdad más allá de lo que callas.

Porque los días pasan presurosos,
y en su estela van los oscuros restos
que la luz deja si se desvanece en todo.

Porque la salvación no es más que un sueño
de locos condenados a no despertar nunca.

Y si has de soñar, recuerda que la vida
no entiende de imposibles ni de sombras
hastiadas de esperar la blanca luz del alba.
Si has de soñar,
sueña entonces los placeres fortuitos
que perdieras al creer en dioses que no existen.

Y, si por ello has de sufrir,
piensa que en verdad no hay salvación posible.
Y que, por tanto, tu única opción es arder
en la vital celebración sin fin de tu agonía.