2 sept 2009

El ruido de la sangre

Ya no es momento de sufrir en vano,
ni de llamar la atención de ciertas calles
llorando el ruidoso llanto de la infancia.
El dolor acompaña siempre a la inocencia.
Pero hay heridas que olvidar andando,
esperanzas de un verano abierto al sueño
casualmente vivo entre tus manos.

Y el dolor te empuja, fuerza abigarrada
que niega ese vacío impuro,
espejo de la verdad que tanto echas en falta.
Todas tus heridas se oponen a la muerte
con la intensa desesperación de lo que amas.
Y sufrir es la única manera de aferrarse
a una vida que se difumina lentamente…
Y mientras crees que el vacío es experiencia,
la noche te recuerda que la nada es el principio
y que al principio regresan siempre los que sufren.

Pero esas manos sujetarán siempre el peso,
sagrado e invisible, de una orgullosa belleza,
vanidad sangrante o compasión desnuda
que el alma siente dentro todavía,
cuando se rebela contra la definitiva ausencia
que el dolor a veces nos anuncia.