23 ago 2009

Después de medir la tarde

Aún parece único el mismo atardecer,
su breve nostalgia de sombras reflexivas
ultima las inciertas respuestas del silencio.
Pues ante la noche no hay palabras.
Y en la cifra del aire sólo queda
un presentimiento mudo
que anuncia el amor en sacrificio.

Quédate…

Se han ido todos tras la tarde.

Llenaron estas horas tenues
de triviales pensamientos
que no podían disfrazar de luz el mundo.

Ya no hay estrellas ni colores en el cielo.

Y la noche no es de nadie…

También nosotros quisiéramos pertenecer
a la infinita posibilidad de su inocencia,
descender de nuevo por los años en fuga
que tantas veces nos vencieran.

(Era la niñez efímera casi un juego eterno.)

Quédate… El mundo es esa farsa ciega
que fabricas cuando crees estar sola.
Y no hay más realidad que el vivo sueño
soñado por primera vez en esta hora.