25 ago 2009

ceremonia

El día que queme estos falsos poemas
ha de ser en una ceremonia
más bien triste y sencilla:
sólo yo mismo,
la naturaleza y el fuego.

Sólo yo mismo, sin más testigos.
Sin aquellos que puedan considerar
admirable esa forma de prescindir
de una molesta ambición desesperada.

Que nadie pueda recriminarme
un exceso de vanidad soberbia
en cuanto a ese íntimo gesto
del todo autodestructivo.

Ha de iluminarse la noche un instante
para que en mi indiferencia sonría
como sonríen esos locos sempiternos
que cuentan el futuro cuando escriben.

El día que queme estos falsos poemas,
nunca más estarás tú aquí, conmigo.
Y yo seré todo eso
contra lo que siempre he luchado:
un cobarde incapaz de arder de verás
junto a lo que ya sólo podría sentir
soñando otra noche más contigo.