2 jul 2009

los cómplices

No podrás eludir la humana coherencia
que hoy te hace tan parecido a lo que fuiste.
Tus errores son la culpa inconsecuente
a la que debes el afán constante de ser otro:
mas negándote a ti mismo
tú también has de sufrir
el oscuro alcance de tus faltas.

Debes pulir los gestos inconscientes
que tu sombra muestra ante las fieras
que tan bien conocen tus secretos.

Mas, para ser otro que no levante sospechas,
se tú mismo y afronta cada día cuanto fuiste.
En tu defensa habrá quien hable
de la aciaga juventud de tu ruidosa sangre…
También habrá quien nombre la inconsciencia,
que explica las razones que hacen libre
al más recto de los hombres infelices.

Al final, todo quedará pendiente,
y sólo sufrirás por ellos
algún que otro reproche,
alguna zarandaja extraña
de interpretación dudosa
y explicación vana.

Mas cada paso venidero irá siempre ligado
al recuerdo de esos actos inmutables.
Pues tras la culpa queda sólo
el aceptar, tarde o temprano,
que la moral es esa ley sagrada
que sólo tiene sentido al ignorarla.