4 jul 2009

inevitable

Amiga, desde ahora te lo advierto:
nada puede darte hoy este poema.
Lo digo por si aún esperas de mis versos
un consuelo del color cifrado de tus ojos.
Hoy sé que no es posible escribir
la primera derrota a tanta soledad,
ni el regreso figurado de esos días
que pasamos juntos frente al mar.

Estos versos son de los que amaron,
y los pienso olvidar mañana temprano,
como se olvidan las mismas miserias
que el llanto ya no puede cambiar.

¿Sabes ya que he fracasado en la tarea
de crecer evocando mis errores?
La vida me recuerda ciertos días
los pasos que nunca debí dar,
mas el silencio entonces siempre es tal,
que explicar lo que pasó
supondría gritar, gritar siempre,
hasta que el olvido despertase
de su ancestral sueño sin nombre.

Mas para entender las razones de un error
hay que volver a escribir otro principio.
Debes alojar en tu corazón
a ese amable extraño
que ha de hacerte creer en lo que sientes.
Yo he fracasado. Pero tú aún piensas
que merece la pena sufrir
pensando lo que podría haber sido.

No sabes, aún, que volverás a empezar,
que otra será tu preciada suerte.

(Y aunque yo escriba sólo para ti
los versos que leerán soñando unos pocos,
al final sé que empezarías de nuevo
aunque yo no te dijera nada al respecto.
Por eso creo que este poema no es verdadero,
nada ha de darte: no ha de tocarte siquiera.)