7 jul 2009

edad que no tendré

Este oficio de ir tornando previsible
la muerte y el azul, el canto herido,
el rito de pagar con la moneda fría
lo que ha dejado en mí un antiguo agravio.
Esta impotencia de medir el mundo
pensado las palabras que se esconden
bajo la ciega evidencia de lo extraño.
Esta forma de olvidar también la vida
para no sufrir por todo lo que no ha pasado.

Todos los poemas se burlan hábilmente
de aquellos que vuelven a sus casas
después de asesinar su último horizonte.

Y es tan previsible el grito de la noche,
y es tan complicado decir lo ya sabido.

Y es tan sórdido el auténtico rencor
que duerme sin soñar en lo que amamos.

Se hace vieja mi tristeza,
y no sé qué edad tengo
cuando llamo,
como un viajero perdido,
a las puertas insondables del futuro.