14 jul 2009

De ventanas a la soledad

Abro una ventana. Todo es soledad.
El deseo de ser justo en el dolor
ante la posibilidad de no sufrir por nada,
de no saber qué tiempo es el de amar.
La tierra que veo desde aquí
es hermosa y gris, como la tristeza
filtrándose bajo la colorida vanidad
que nos ponemos a diario. Escucho.
El silencio del paisaje no está en paz.
La noche emite una tensa vibración,
sutil hasta que el ojo descifre la penumbra
que invade el corazón como un presagio.
Cuánto misterio deja la terrible casualidad
de encontrarnos en otro universo posible.
Toda soledad consiste en mentirle al niño,
resentido siempre tras el llanto,
que llevamos dentro todavía,
cuando nos doblega la impotencia
de sabernos distintos.

Abro una ventana, esa, la del nunca jamás…

Y en esta hora maldita,
enloquecen también las palabras,
las más sencillas,
palabras que nunca he dicho
por miedo a regresar al mundo.

Abro una ventana, me asomo a ese frío espejo
que es la propia realidad desnuda.
Y, dentro, está también la soledad.