6 jun 2009

Si renuncias, ten por seguro que la esperanza que niegas no podrá cumplirse nunca de otro modo. Sólo tiene sentido obtener lo soñado mientras lo soñamos. Así, si algo se demora hasta el hartazgo, ese algo será un objeto extraño que, al aparecer fuera de la necesidad, tenga la misma importancia que el amor sin pasión, la comida sin hambre, el placer sin vísperas. El plazo de imposibilidad del deseo no debe exceder nunca la esperanzada paciencia del que desea, pues, si bien dicho plazo contribuye a que deseemos con mayor fuerza, al final termina por convertirse en costumbre hasta para los héroes infatigables. Y aunque estos sepan resistir certeramente toda desesperación, la costumbre convierte cualquier deseo, aun los más intensos —esos, los no cumplidos—, en decepciones de la madurez o en otra forma de sosiego, que acaso contribuya a valorar más esos otros anhelos que sí se cumplieron.