30 jun 2009

Primera luna

Temo la callada belleza de la luna
porque eclipsa la razón de quien la mira.
Su fulgor puede tornar hermosa la locura
y convertir en arte verdadero
el arte de soñar lo inverosímil.
No tiene edad su forma, ni hay explicación
que pueda convertirla en luz inerte.
La luna vive en su ancestral silencio,
aunque este en tanto nos recuerde
—eterna nada triste, olvido inadmisible—
el mismo que a los muertos apacigua.
La noche la convierte en ese guía
que pierde en la mañana su camino.
La luna es la memoria de lo oscuro,
el signo del cantor, la huella del delirio.
Mirarla es negarse a ser testigo
de toda la miseria que ofrece nuestro mundo.
Y consiste su secreto en el temor
que ya debió inspirarle al hombre primitivo.

Pues su misterio ha de ser el mismo todavía
para el que hoy desafíe su belleza altiva,
y también para aquel salvaje antiguo
que no pudo comprender,
pero que en tal enigma intuía su destino.









A Tere, por la idea...