29 may 2009

Tiempo real y tiempo ficticio



Quien no se aventura nunca a tratar de explicar sus emociones o sus motivaciones por no estar seguro de estas o por no considerarlas de ninguna importancia, acaso viva un tiempo ficticio en el que la conciencia no intervenga más que para repetir las impresiones, por lo general superficiales, que recibe de cuanto le rodea. Digo “repetir” porque posiblemente no haya nada más genuino que la expresión, ya sea en un diálogo íntimo, en un poema, o incluso ante uno mismo; de las vivencias subjetivas que de algún modo nos hacen únicos. Aquel que opta por el camino de su propio ser, sabe que el tiempo juega un papel, acaso un papel importante, en la relación que mantiene con quienes inspiran una parte vital de su pensamiento, sus sensaciones y sus emociones. Ante aquellos que suscitan en nosotros una reacción íntima, la sinceridad, palabra tan dudosa en estos tiempos, se resiste a bastarse a sí misma como declaración de intenciones. De ahí que el tiempo juegue un papel fundamental en las relaciones de quien trata de ser fiel con las palabras a lo que siente, pues este desenmascara todos los engaños de un modo sutil pero eficiente.

Toda expresión que consideremos genuina debería envejecer de un modo coherente, incluso dentro de sus propias contradicciones, para revelar la esencia misma del yo que se debate por conocerse y ser conocido.