31 may 2009

El abismo en la mirada

Ignoro cuáles son mis faltas,
con qué palabras te hiero
sin saber qué silencio te amenaza.
Y hay culpas —es necesario decirlo—,
ruidos traicioneros, venganzas
tan estériles que asustan,
tan mundanas que se ocultan
en el centro del todas las miradas.

Ignoro cuáles son mis faltas.
Pero no hay llanto que descubra
la razón del dolor que el llanto calma,
y las lágrimas, al final,
son sólo la inocencia
de no saber qué es lo que pasa.

Quien puede llorar, sabe que el mundo
limita en ocasiones con la nada,
sabe que el llanto es la frontera misma,
la línea misma en que se tocan
desesperación y olvido,
resignación y ansia.

Pero yo ignoro aún cuáles son mis faltas.
Y si he de llorar, que sea porque tú,
que me has amado tanto, aún sufres
—perdona, si puedes, mi locura—
lo que tendrías que matar conmigo.

Lo que podrías no sentir mañana.