4 abr 2009

sueño de juventud

A quien nada añora del pasado,
ni la dicha ni el dolor más altos,
ni la luz presente en cada árbol,
ni el amor, ni el más frío desengaño,
podrán arrebatarle nada de sus sueños,
porque quien nada añora del pasado,
es más joven cada día
y para siempre extraño
en la pretendida tierra del olvido.
Que la nostalgia pesa como un llanto
de presurosas lágrimas, y escapa
con la sutil sustancia de estos días,
a donde nadie puede regresar en vida.

Que al recordar somos conscientes
de que algo nuestro,
ciertos pensamientos o, tal vez,
toda nuestra condición de antes,
se ha extinguido sin remedio
en aquel tráfago azaroso
que la experiencia diaria no advierte.

Pues recordar ha de ser también
sentir cada vez más próxima
la implacable visita de la muerte,
y, de ese modo, envejecer
sabiendo que nuestro tiempo se agota,
y con él, la idealizada conciencia
que tuvimos del pasado.

Acepta, acaso por esta vez,
este inocente consejo,
y olvida lo que hayas de olvidar,
y no por ello te culpes a ti mismo.
Que añorar la edad del corazón
es también creerse algo más viejo
que el febril pulso que rompe
sobre la luz de este instante eterno.