7 abr 2009

He estado, yo sé que he estado,
cruzando esos puentes nocturnos y sin nadie,
donde el alma se reconoce fielmente
en la armonía pasajera de las sombras,
donde el paisaje se ofrece como un cuerpo.

He estado, casi podría jurarlo,
llorando de vergüenza en aquel parque,
destinado a morder más de mil veces
el fruto podrido de un tiempo miserable.

Quien no quiera creerme
que dude en algo de mis ojos,
que niegue absurdamente lo que es sangre,
que trate de darme una verdad
distinta a la que sólo yo he creado.

Porque cruzó abril mis esperanzas.
Porque he aprendido a sentirlo todo
a través de un espacio en blanco,
del espacio en blanco que aún me queda
después de negar lo que he vivido solo.