14 abr 2009

el fingidor

Antes de claudicar ante la sombra
y prescindir callando de ti mismo,
pregúntate con qué fuego, luz o brasa,
con qué herida mortalmente hermosa,
has tratado de formar parte de la vida,
del ritual perpetuo y gris de la manada.

Ya sabes que la indolencia, ese imposible,
se paga con un tiempo de tediosa calma,
y has dejado abiertas las ventanas
de par en par, como si quisieras
que alguien más te supiera solo.

Sí, esto eres. Pero hasta tu dolor
ha de ser aun más verdadero,
que tras tus largos pasos por el mundo
nadie pueda juzgarte débil
ni falto de motivos que te justifiquen.

En verdad esto eres. Sientes.
Sólo la muerte inapelable
podrá cambiar lo que no entiendes.
Sí: hoy también te pertenecen
los días más azules de tu mundo.