12 abr 2009

Cuento del solitario

Perdió su alma el solitario tras comprender el amor. Perdió su alma y la buscó dentro de todos los colores velados por el silencio de la soledad.
La buscó entre muchos corazones difuntos, entre las muchas preguntas del sueño, entre todos los pájaros mudos de su pequeño cielo. Buscó su alma como sólo puede buscarse uno en el espejo. Hasta que una tarde quiso descansar su cuerpo a la sombra de un árbol de oscurísima sombra y frondas espesas como su propio tormento. Y fue al iniciar su reposo, que sintió a su espalda la presencia del amor a punto de perturbar su silencio. El amor, antiguo conocedor de secretos que nunca fueron revelados, preguntó entonces de manera egoísta al solitario:
—Tú, el que sufre vanamente por lo que otros arrojarán mañana al olvido: ¿puede saberse por qué has buscado tanto tiempo esa sombra a la que llamas alma?
El solitario calló un instante. Luego, cansado ya de encontrar una pregunta por cada espejismo, respondió en tono sombrío: —para volver a amar—. Y ocultando el rostro ante la tarde, repitió con inconsciente sonrisa: para volver a amar.