29 mar 2009

a un amigo como los demás

Cuando hablamos,
los dos tentamos al olvido,
y olvidamos
que un poco de cada uno
se refleja en las sombras del otro.

Algo de nuestras miserias
al hablar compartimos
casi por encantamiento,
sin saber qué fácilmente
se ensucia una amistad
al perpetuar la inconsciencia.
Y será terrible comprender un día
que algo de esta febril alegría,
incluso de este orgullo salvaje
acaso no me pertenezca enteramente.
Puede que algo de tu vanidad
sea más mío o más nuestro
que ese sencillo olvido
que a veces simulamos
para no ser nosotros mismos.

Pues he aquí que ambos somos
la suma que dicta
lo que no pertenece a la soledad.

He aquí que lo más común
es estar solo y pensar
que un amigo es lo más necesario
para entender la realidad.